275 MR.HYDE & MR:HYDE O LA ALIENACIÓN DEL OCIO







Pero todos somos todo, y borrar debería estar prohibido.
Mr. Hyde


Aquí llega, otra entrada del blog que todos estáis esperando, el que seguís y soportáis tanto en el sentido inglés como castellano. El blog más chulo y más malo, aquel que se folla a vuestras madres mientras vuestros padres ven el partido del domingo. El blog que ya se las había follado el jueves, incluso.
O algo así.

No hagáis demasiado caso al último párrafo, es algo que escribiría la parte misterhyde de mí. Pero todos somos todo, y borrar debería estar prohibido.

Mr.Hyde como figura trágica. Incomprendido como un asalto coordinado anfibio para recuperar unas zapatillas de felpa que se quedaron en casa de una ex novia. Militarmente impecable y desastroso a todos los demás niveles. Mis manos sobre el teclado como dos apéndices a su vez padres de cinco apéndices each. Mis manos de Mr.Hyde, infelices e incompletas: alienígenas, con vida propia y desobedientes. La desenvoltura en el fondo del ocio como si se tratara de un océano perverso y nosotros sus sirenas. Perfectamente adaptados, preparados para entrar en el próximo cine al aire libre o en la próxima performance o en la próxima fiesta estupenda e inmotivada (o poco justificada, cuando más). La desesperación en el fondo del ocio: disuelto como pez soluble (grandísima figura desgraciadamente fusilada de algún otro ser humano). Supongo que hay que gritar, o al menos decir bajito, un “ya no me siento yo mismo metido dentro del tiempo que paso pasándolo en grande”. O cualquier frase similar que nos permita llegar a parecidas conclusiones. “Informad de esto a la reina” es una frase que siempre quise decir, también. O que siempre quiso decir la parte más Mr.Hyde de mí, quiero decir. Lo mejor de la última frase es que no eres tú quien tiene que ir a la casa de la reina, al chalet adosado o dúplex o cabaña o buhardilla o palacio de la reina, despertarla de la siesta o sacarla de la ducha, con la consiguiente incomodidad, e informarla de algún mal que nos aqueja a todos nosotros, sus súbditos, y del que ella es, siempre, la última en enterarse.

Me duelen los dedos, apéndices frustrantes, porque el frío polar me los sopla por entre las rendijas de las ventanas, porque la postura es la más inadecuada que existe, con la frente apoyada en la mesa y los brazos por encima escribiendo como quien dispara a ciegas sobre una trinchera. Porque todo lo que escribo se cubre de ese légamo bilioso a mis ojos, que no se atreven a mirar a la pantalla más que breves vistazos (por aquello de las balas perdidas, supongo). Porque los dedos están construidos para doler cuando todo duele, para demostrar que son nuestros y no de cualquier Mr.Hyde hijoputa que se esconda dentro del cráneo.
Toca largarse de aquí, consumir algo de ocio.

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