herejía III al borde de un ataque de nenúfares

Atacado por un olor podrido-dulzón. Rodeado de empalgo y pegajoso sueño. Sucio.

Embutido entre frases entrecortadas. Iluso de poeta marginal. Cansado.


Como los ojos que se te cierran y los dedos que te duelen, te sientas y te sientes miserable. Un poema: Nadie vehiculizado hacia el futuro. Nadie en la montaña rusa, extraña y eterna en el descenso. Nadie que escuche la réplica del terremoto, el lamento minusválido y crepitante de los alcohólicos: la MuerteelSueñolaUltimaEspiración, que nos llegará y dejará invisibles, desfigurados, inrecordables: pis en la lluvia.




Nadie para las palabras, para nadie nadie. Alejados, un centímetro dos kilómetros y etcétera etcétera.


Estupideces varias doblado borracho y huero.


Sorprende como te atrapa una ilusión de estado mental. Épicamente depresivo para las herejías, épicamente eufórico para las herencias, como si esto fuera un mecanismo simple y previsible (y aquí suele venir la métafora de la zambomba).




Nuevo intento
, acercamiento:



¡Ánimo, peliculeros automáticos!: el día crece como en una película romántica. Es decir, empieza en una especie de impás, todos tristes con caras tristes contenidas. Civilizadamente desesperados, vale a dire. Pero el día crece, decíamos, y la felicidad nos llega sin saber muy bien por qué. Un resbalón o una sensación desagradable que nos hace reír, sonreír, recordar viejos chistes. No nos sacamos la sonrisa de la boca ni por un segundo. Tratamos de realizar nuestras tareas sonrientes, pero no podemos pensar con la claridad necesaria para llegar al fondo de los apremiantes asuntos que llenan nuestros instantes de este día, uno que, no sé si ya lo habré mencionado, crece como una mancha de aceite o también como un subgénero olvidable del arte cinematográfico.

La sonrisa se nos borra de una manera difusa, no hay frontera clara entre la misma y la cara que se nos queda luego. Volvemos al principio, pero en esta ocasión con un cambio y una sorpresa, la cara triste sigue ahí, pero la contención que en aquella lejana mañana rasposa nos resultaba natural empieza a diluirse (aquí sería justo esperar un nuevo "como" algo en plan: "diluirse como una pequeña empalizada onírica en el huracán", pero no estoy de humor) y la desesperación anega los diques.

Las comedias románticas explican esto muy bien, supongo..:


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