La ciudad y su manual: 259

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Pocas garantías en este diario. Salgo de trabajar de la fábrica de cartones y estoy a punto de dormirme sobre el teclado o a punto de escribir lo mejor que he escrito en mi vida. Quisiera creer que tiene que ver con la ruptura de los diques de la conciencia, la apertura de las esclusas mentales y el movimiento casi telúrico (como barro sucio, agua estancada saliendo borbotante) de la lírica a través de la cabeza y hacia las venas (carótida y cava y hacia el corazón y sístole diástole y hacia los dedos y como pasando a través de una membrana contra el teclado. Quisiera quisiera…)
Siendo sinceros, lo único que se ha derrumbado es la conciencia crítica, una pila de cartón en una caja, otra, otra otra. Una caja cerrada, otra, otra otra. Un palet terminado, otro, otro otro. El sueño te agarrota la nuca. El sueño, que tiene como dedos que te toman por la nuca, que te aprietan hasta hacerte daño, hasta hacerte llevar tus manos a la nuca, pensando si no te habrá hecho sangre el sueño. Si no habrás empezado a sangrar de sueño. Si no estarás a punto de desangrarte de sueño, susurrante pálido y medio muerto. Te quedan fuerzas para sonreír. Para reír
Muérete riendo entonces. Muérete de risa, hijo de puta.

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