EL ELEMENTO SORPRESA

270
270

You know nothing, Jon Snow
George R.R. Martin (Song of ice and fire)


Nos duchamos vestimos y arreglamos. Salimos a la calle lujuriosos, anhelantes. Caminamos con falsa prisa y aullamos bajito a la caza de la Modernidad y de medio gramo de perico.
Ilusos.

Como si con medio bastara.

El Elemento Sorpresa nos acecha detrás de cada esquina, de cada paso. Dentro de un portal o en algún rincón de casa. Como el sicópata enmascarado de la película de miedo del día. Avivamos la infame esencia que nos inflama con palabras esculpidas para nosotros mismos. Giramos, deconstruimos y rearmamos pensamientos enfermizos y recurrentes y enfermizos y recurrentes (la repetición ha sido incluida para dar una sensación de recurrencia). Nos elevamos. Por momentos nos elevamos. Nos sentimos flotantes. Media pulgada por encima del Puto Empire State. Miramos desde arriba, desdeñosos, con el pie derecho a punto de apoyarse en una nada de hueco de ascensor, anunciante de descenso.
Estamos. Hacemos una especie de papel de figurantes en una especie de representación de una especie de libertad, que, como todas las libertades, lleva aparejada su propia servidumbre, su especie de esclavitud.

Divertimos, apenas media sonrisa de joven californiana afincada en moderna ciudad europea(ejemplificamos: Barcelona). Divertimos poco, pero algo. Como un chiste que en vez de contado se explica. La importancia de algo que perdura. La importancia de algo que perdura. La importancia de algo que perdura… (aquí la repetición ha sido incluida porque se ha perdido el hilo por completo). La importancia de algo que perdura está, quizás, escondida en un espejo.

¿Ya estáis drogados, os preguntáis?
La respuesta: Aún no, por desgracia. Pero algo hemos bebido.


What a relief
I feel like a soldier
I look like a thief
The Clash (Jimmy Jazz)


Suenan los Clash, como gigantes pequeñitos asaltándonos los tímpanos. Nos hacen pensar en las palabras dichas, y, más aún, por lógica, en las no dichas. En lo que significan los silencios reflejados. Silencios que nos asaltan minutes before the lost of control and the begining of the Last Desperate Party, like in an strange game: the start of the laughing signals the end of the thinking and it’s twin, the crying. Viajamos en el metro, minutes ago, y fijamos la mirada en el tipo que tenemos enfrente, en el cristal, abismado y borroso por la luz. Y nos devuelve la mirada cansada, como de recién salido del trabajo del viernes. Y a través de él vemos el mundo: nuestros compañeros de asiento, aquellos que se suben o bajan, los trenes que pasan enfrente. Nos miramos el reflejo y no nos reconocemos como propios. No quizás en el mal sentido, en plan ¿dónde está mi cara? O sí. Exactamente esa pregunta, pero planteada como que la cara que vemos reflejada, la que nos mira a la vez que la miramos, no es exactamente peor que la que imaginamos como propia, que la que creemos que debería ser la propia.

Es simplemente distinta.

Como un espejo que respondiera tarde a nuestros gestos, apenas una fracción de segundo, apenas un instante casi indiscernible, de hecho indistinguible para todos salvo para nosotros. Un reflejo que reflexionara, que pensara en lo que hace, en la conveniencia de hacer su puto trabajo antes de hacerlo: antes de contestar, de devolvernos contraria nuestra acción, nuestro frotarnos los ojos o rascarnos la nariz. Un reflejo de cristal o de plata de pendiente de mujer, en el que nos intuimos, nos vemos deformados. Anulados. ¿alienados, la palabra que buscamos?

Una pintada en la pared, en una pared destruida de una destruida fábrica de un polígono industrial que, seamos francos, tampoco atraviesa sus mejores tiempos: “BUELME PORFA” NITUS X ALBA JUNTOS P.S.
Y las ganas de gritar, de a la vez llamar a Alba para que vuelva, que buelma, de llenarlo todo de lágrimas (de mancharlo todo de dolor, que es un color feísimo, diría Kase’O) de mandarlo todo a la mierda, de lanzarnos a través del espejo, de cazar perico y reflejos y modernidad hasta olvidarnos de que la vida duele, de que una cajetilla vacía tres cuartos de hora en el bolsillo pueda ser la metáfora que buscamos o la única posible.
Hasta reírnos. Hasta reírnos.

1 comentario:

ir-n dijo...

La culpa (como bien dice Pablo desde el sofá) es de pillar medio gramo y no pillar dos directamente...

Tengo muchas ganas de verte, querido tú, anhelado yo, espejo de mi misma.
Ains el reflejo de ti en mi, el mío en el tuyo... qué sería de mi existencia sin la tuya.

Ahora, en estado sobrio (porque lo intento y me contengo) propongo ponerme las pilas madrugando, no comiendo harinas y almorzando un sano y rico puré de calabaza, puerro, patata y zanahoria; un basmati con verduras, pollo y pasas, pero...
... a quién vamos a engañar; la mochila va rebosante de todo lo que me sobra desde que nací y, por eso, hoy voy a pillar 2 gramos en lugar de medio.
Te quiero.